El gasto de Estados Unidos va por una ruta insostenible. Y aunque no estamos tan mal como Europa, nuestra proa está enfilada hacia ese mismo rumbo. Hará falta políticos muy valientes –que los hay– para salir de este terrible atolladero. Aunque el Supercomité haya fracasado en su cometido, la deuda sigue allí y, como afirma el vicepresidente de la Fundación Heritage David S. Addington, “el Congreso deberá actuar para poner el gasto federal bajo control, de una manera ponderada e inteligente, que cubra las necesidades del pueblo americano”. Es urgente.