Una cosa es que el presidente profese su amor por Israel, especialmente en año electoral. Pero ya es otra cosa que haga algo significativo en respaldo de esas palabras. Durante demasiado tiempo, el presidente ha adoptado la filosofía de la “Doctrina Obama”: su proyecto para embelesar a los enemigos de Estados Unidos mediante el acercamiento, mientras volvía la espalda a aliados como Israel, que necesitan el apoyo de América.
Mientras otros países, como China, invierten cada vez más en sus recursos de defensa nacional, Estados Unidos parece haberse decidido a renunciar a su poderosa ventaja en este terreno. Como afirmó en 1790 el primer presidente de la nación, el general George Washington, “el medio más eficaz para preservar la paz” es “estar preparados para la guerra”. La pregunta hoy es, si con la política de defensa de la administración Obama, nos estamos autodesarmando.
Ya que el tramo de oleoducto, de 485 millas de longitud y que va desde Oklahoma a Texas, se puede construir sin aprobación presidencial, el actual respaldo del presidente no sirve de nada. El presidente Obama no merece reconocimiento alguno por el impulso económico y laboral que producirá en Estados Unidos este proyecto de $2,300 millones y que prevé la creación de 4,000 puestos de trabajo.
La aprobación de Obamacare puso la moral rectora para algunas de nuestras decisiones más personales de salud en manos de los burócratas. Queda muy claro que el sentido de dirección de esta administración está seriamente torcido. Obamacare está rumbo a una colisión frontal con la libertad de los americanos – y una víctima prematura e injusta de ello es la libertad religiosa.