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Chile: A 40 años de la “Revolución de las Libertades”

Chile [1]Chile está, de una u otra forma, en un momento clave [2] en su historia, tras 40 años de la puesta en marcha del “Plan de recuperación económica”. Ahora es momento de evaluar con altura de miras como la “Revolución de las Libertades” se consolidó como referente para la región y el mundo.

El “Modelo chileno” es caso de estudio, no sólo en desarrollo económico sino también en condiciones de desarrollo humano. Es sin duda una demostración empírica de que las ideas tienen consecuencias y que el tiempo no es sinónimo de progreso.

Lo de Chile no fue un “milagro”, sino trabajo duro [3], donde se establecieron lineamientos, se institucionalizaron procesos base y se cambió un país. La estatización y el monopolio tuvieron que dar paso a la competencia y al emprendimiento. Ya no habría “empresarios protegidos” y tampoco “subsidios eternos”. En su momento, más de 10 millones de chilenos fueron protagonistas de la revolución más grande que ha vivido Chile: Aquella que enarboló la bandera de la libertad. Sin lugar a dudas esto trajo nuevos desafíos para un país que, por diferentes razones, había estado sumido por muchas décadas en un excesivo intervencionismo del Estado y arraigados monopolios privados.

La revolución en libertad económica [4] se tradujo en instituciones fuertes, gobierno limitado, una democracia estable, un sistema de economía social de mercado funcionando y venciendo año tras año la batalla contra la pobreza. No se tratas solamente de frías cifras en un gráfico, que impresiona al mismo tiempo que confunde. Son acciones reales y concretas que cambiaron en una generación el rumbo del país. Más resultados: Tasas de analfabetismo casi inexistentes, desnutrición prácticamente nula en la población, una vida más longeva y posibilidades de mejorar nuestras condiciones de vida son sólo parte de las millones de historias personales en estas décadas. El chileno promedio vive mucho mejor que sus abuelos y es una realidad innegable que va mucho más allá del iPhone o una Smart TV. Se traduce en acceso a atención médica en diferentes formatos, ya sea privada o estatal, amplia oferta en educación universitaria, acceso a productos de todas partes del mundo y libre flujo de información.

El crecimiento  sostenido que ha tenido Chile no es casualidad. Tiene que ver con las ideas de libertad económica que se plasmaron en ese lejano 1975, una generación de jóvenes que pusieron todo su conocimiento al servicio del país y no de sus propios intereses en cómodas oficinas de empresas que sin duda les habrían asegurado un tranquilo bienestar. Ejemplo de ese servicio lo dieron, por mencionar a algunos, Carlos Cáceres, Jorge Cauas, Miguel Kast, Rolf Luders, Álvaro Bardón, José Piñera y Alfonso Márquez de la Plata. Es el poder de las ideas que se va plasmando en acciones. Fue un cambio cultural que tuvo varios traspiés, entre otros, la crisis internacional en 1982, que nos llevó a pensar en desmantelar todo lo avanzado y puso en tela de juicio los principios que ultimadamente pusieron a Chile dentro de los ejemplos en el mundo.

Es curioso que a 40 años de aquel hito, todo esté otra vez en tela de juicio. No por una crisis económica o social, sino por el afán de imponer y establecer ideas basadas en la redistribución de riqueza, la intervención del Estado y la ideologización de sociedad. El peso de la evidencia parece desaparecer ante “cantos de sirena” que llaman a solucionar todos los problemas a través “de un Estado más presente e inclusivo”. Podríamos enumerar al menos una veintena de países que al tomar este rumbo fracasaron y que aún no pueden salir del agujero que los ha sumido el populismo demagógico [5] que siempre explota el feo vicio de la envidia. Lo importante es comprender que Chile aún tiene tiempo para enmendar el camino y lograr con trabajo duro, esfuerzo y coraje fortalecer la libertad que nos ha dado la prosperidad de la que hoy disfrutamos y que tanto se añora cuando nos falta.

 

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