Para dirigir una nación frente las amenazas de Corea del Norte, se necesita temple. Y como ha demostrado en Washington la presidenta de Corea del Sur durante los últimos dos días, ella es una figura clave en este momento de la historia.
Park Geun-hye ha sido denominada como la “Dama de Hierro de Corea”. Se trata de un sobrenombre apropiado puesto que no sólo la honra a ella, sino también a la primera ministra Margaret Thatcher. Dos líderes políticos de principios, que tienden la mano a los demás pero que están dispuestos a arriesgarse a sufrir las críticas con el fin de alcanzar la audaz visión que tienen para sus países. Como observó Lady Thatcher, “El consenso es la ausencia de liderazgo”.
Estados Unidos y Corea del Sur han estado juntos durante 60 años. Durante su visita y en repetidas ocasiones, Park afirmó la continua necesidad de una alianza que ha mantenido la paz en la península de Corea durante décadas. Y aunque puede que Pyongyang haya rebajado el tono de sus amenazas de hace dos meses, la amenaza militar persiste. El millón de hombres del ejército de Corea del Norte permanece posicionado cerca de la zona desmilitarizada y el régimen continúa ampliando su arsenal nuclear y de misiles.
La iniciativa aliada que respondió a la invasión norcoreana en 1950 proporcionó el escudo que salvó a Corea del Sur y facilitó que se desarrollara como una democracia dinámica que ha adoptado los principios del libre mercado. Hoy en día y a pesar de su relativamente pequeña población de 50 millones de habitantes, Corea del Sur es el séptimo mayor socio comercial de Estados Unidos. La asociación económica quedó aún más fortalecida el año pasado con la aprobación del Acuerdo de Libre Comercio entre Corea y Estados Unidos (KORUS).
Se trata de su primera visita a Washington como presidenta, por lo que se dirigió al Monumento de la Guerra de Corea, donde expresó, en nombre de su nación, “nuestra profunda gratitud hacia los veteranos de Estados Unidos. Su sangre, sudor y lágrimas ayudaron a salvaguardar la libertad y la democracia”.
La presidenta Park comentó cómo la conmovieron las palabras grabadas en el granito del monumento: “Nuestra nación honra a sus hijos e hijas que respondieron a la llamada en defensa de un país y de un pueblo que no conocían”. En la cena de celebración de esta alianza, Park homenajeó a los veteranos de Estados Unidos, comentando con elocuencia cómo “la libertad no es gratuita…la paz no es gratuita”.
Cuando se lucha duramente por la libertad esta da sus frutos, no sólo en el caso de los surcoreanos, sino en todo el mundo. Park resaltó cómo su nación, en su momento receptora de la ayuda exterior, es ahora uno de los principales donantes de ayuda para otros países. Igualmente beneficiaria en su momento del respaldo de las fuerzas armadas de otros países, Corea del Sur presta ahora su apoyo a otras naciones en defensa de su libertad. Park expresó su visión para que su país lleve a cabo una iniciativa en favor de la paz en el nordeste de Asia, venciendo las diferencias históricas mediante el trabajo enfocado en unos objetivos comunes.
Las relaciones económicas, políticas y militares entre Estados Unidos y Corea del Sur son actualmente más fuertes que nunca. De hecho, puede que no haya mejor ejemplo de los beneficios que supone para Estados Unidos el mirar más allá de sus fronteras y defender a los socios que comparten nuestros mismos valores.
Estados Unidos tiene unos firmes aliados en la presidenta Park Geun-hye y en Corea del Sur. Por ello, deberíamos honrar a quienes llevaron a cabo el sacrificio final durante la Guerra de Corea manteniendo el inequívoco respaldo de Estados Unidos a un socio y aliado fiable y que comparte los mismos valores de libertad y democracia.
La versión en inglés [2] de este artículo está en Heritage.org.