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Esta crisis debería dominar los titulares de la prensa

[1]Puede que otras crisis dominen los titulares. Pero ninguna de ellas, ni nuestra demoledora deuda nacional, ni la guerra cibernética, ni las agresiones rusas, ni la beligerancia china, ni siquiera el caos en Medio Oriente suponen una amenaza como la de la proliferación nuclear global.

Las armas nucleares son una amenaza sin parangón. Dirigí cuatro pruebas nucleares subterráneas y he sido testigo del poder destructor casi inimaginable de estas armas. Cada una de ellas puede destruir una gran ciudad, matar a millones de personas y dejar tras de sí un erial radiactivo.

La proliferación de las armas nucleares conduce a un mundo de horror y caos nuclear, del que no parece posible volver. A lo largo de la mayor parte de la era nuclear, el mundo ha tenido la fortuna de poder limitar la proliferación del armamento nuclear. Pero en las dos últimas décadas, dos naciones irresponsables y beligerantes, Irán y Corea del Norte, han trabajado intensamente para desarrollar sus capacidades de producción de armas nucleares, y ambas se encuentran al borde del éxito. Por lo que a menos que se les detenga, provocarán una escalada en la proliferación a nivel global.

De hecho, ya están provocando un aumento soterrado de la proliferación. Año tras año, los líderes del mundo se han conformado con enrevesadas e ineficaces sanciones contra Irán y Corea del Norte, y otros países se han percatado de la situación. Las naciones más seriamente amenazadas por Irán están negociando la adquisición de armamento nuclear a Estados aliados con capacidad nuclear; las naciones avanzadas se están preparando tecnológicamente para producirlo y los países en desarrollo están adquiriendo afanosamente conocimientos nucleares, con el fin de utilizar el poder nuclear como medida de protección.

En cuanto a números, estas dos naciones pronto harán subir el contador de los Estados con armas nucleares de ocho a diez. El armamento de Irán obligará a Arabia Saudita, Egipto, Turquía y a otros Estados de Medio Oriente a seguir sus pasos. Corea del Norte propiciará el que Corea del Sur, Japón, Taiwán y otras naciones asiáticas se conviertan en potencias nucleares en defensa propia. Estas dos carreras nucleares regionales elevarán el conteo hasta unos 20 Estados en el plazo de más o menos una década. En otros diez años, Estados avanzados como Alemania, Brasil y Argentina se unirán al club. Y otros diez años más y veremos el rápido posicionamiento de los países en desarrollo, elevando quizá el total en otros diez países más.

Con unos 40 Estados en posesión de armas nucleares y con material fisible disponible en los reactores de todo el mundo, el uso de armas nucleares se convertirá en algo habitual. Se utilizarán por parte de agresores, naciones oprimidas, Estados fallidos y en peligro de fracasar, Estados parias y en las guerras civiles. Súmeles terroristas, criminales, extorsionistas e individuos descontentos y podrá hacerse una idea de la situación.

¿Y qué está haciendo Estados Unidos para evitar este desastre? La fantasía del presidente Obama de un “mundo sin armas nucleares” no consiguió nada salvo debilitar seriamente a Estados Unidos. Y ahora nos ha conducido a unas insensatas negociaciones con Irán, que acaban de ser ampliadas durante cuatro meses.

Hay dos posibles resultados directos de esta desacertada ampliación. Irán podría acordar el desmantelamiento de sus instalaciones nucleares, algo que no sucederá. O Estados Unidos y otras grandes potencias podrían ceder y firmar un acuerdo que permitiese a Irán llevar a cabo “un pequeño y pacifico programa de enriquecimiento nuclear, siempre bajo control”. Eso sí es más probable.

Este abandono de la idea fundamental de la no proliferación legitimará a Irán como posible Estado con armas nucleares. Irán será capaz (en cualquier momento) de desarrollar armas nucleares de manera encubierta, en un plazo de meses. El mundo verá que Irán ha ganado y que por tanto se debe entender que está en posesión de armamento nuclear. Entonces, la carrera global por adquirir armas nucleares se acelerará de forma significativa. En resumen, el mundo está  en el punto de no retorno de la proliferación.

¿Existe algún modo de evitar el desastre? Absolutamente. Pero para prevenir la proliferación, debemos poner freno a quienes la llevan a cabo. Es así de simple. Debe haber alguien vigilando. En el caso de Irán, Estados Unidos debería afirmar claramente que no firmará ningún acuerdo que no exija el desmantelamiento por parte de Irán de, entre otras, sus instalaciones de enriquecimiento nuclear. Si eso exige que Estados Unidos se desvincule del P5+1, que así sea.

De manera simultánea, aunque años más tarde, deberíamos intentar por primera vez la estrategia de la disuasión. Deberíamos comunicar a Irán que si no lleva a cabo ese desmantelamiento, nos veremos obligados a hacerlo mediante la fuerza militar y sin demora.

Tenemos muchas opciones. A menor escala, atacar las instalaciones de enriquecimiento de Natanz con un único y potente ataque y denominarlo como un elemento dentro del proceso de negociación. A gran escala, efectuar múltiples ataques de forma continuada contra todas las instalaciones nucleares conocidas o supuestas, incluido el reactor de Arak. Estos ataques tendrán como resultado algunas víctimas y daños materiales, pero nada comparado con los que se sufrirían si Irán obtuviese armas nucleares.

Con estos ataques, el mundo cambiaría. A la vista de la decidida acción ejecutada por Estados Unidos, la proliferación cesaría y se daría pie a una esperanza de paz generalizada para todo el mundo. Existiría incluso la esperanza de poder llevar a Corea del Norte, mediante unas negociaciones respaldadas por una disuasión activa, al estatus de Estado no nuclear, manteniendo así al mundo estable en la cifra de ocho potencias nucleares.

No es de las armas nucleares de las que se debe librar al mundo, es del uso de las armas nucleares. En décadas futuras, los responsables de la no proliferación serán casi con toda seguridad los cinco Estados con armas nucleares aprobados internacionalmente por el Tratado de No Proliferación, que actuarán de manera colegiada. La mejor esperanza para el mundo es que la posesión de armas nucleares esté limitada a Estados importantes y responsables. Para conservar esta esperanza, Estados Unidos debe tener el valor y el sentido de la responsabilidad necesarios para actuar en solitario. El destino nos ha concedido esta única y fugaz oportunidad de alterar el rumbo del mundo.

Pero debemos actuar ya. Estados Unidos debe poner en orden sus prioridades. Ninguna otra amenaza a la que se enfrente nuestra nación es tan inmediata o tan aterradora como la proliferación nuclear. Y para ello se requiere autoridad.

 

La versión en inglés [2] de este artículo está en Heritage.org.