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Hay una crisis de inteligencia en la Casa Blanca

Foto vía Newscom [1]

Foto vía Newscom

Con la política exterior de Estados Unidos estancada en todos los frentes, los consejeros del presidente Obama decidieron que era el momento de la acción. Y por eso voló a Afganistán para pasar el Día de los Caídos con las tropas.

El vuelo hasta el aeródromo de Bagram fue sólo la primera “foto”. Dos días más tarde el presidente convocó una conferencia de prensa en el Rose Garden para anunciar su decisión respecto al nivel de tropas de Estados Unidos en Afganistán y su calendario para poner fin de una vez por todas a la guerra más larga de Estados Unidos. Al día siguiente, estaba en West Point para pronunciar “un importante discurso sobre política exterior” en la ceremonia de graduación.

Todas estas paradas, cuidadosamente orquestadas, se planearon para tranquilizar a una opinión pública nacional cada vez más dubitativa. El mensaje previsto era el de que el presidente Obama sigue al mando, así que pueden dejar de preocuparse por lo que está pasando en el mundo y seguir viendo “America’s Got Talent” por televisión.

Bueno, ése era el plan. Pero sólo una Casa Blanca indiferente a los asuntos mundiales podría esperar que una serie de discursos borrase la inquietud por los reveses en Libia, Siria, Irak y Ucrania, la incapacidad para abordar eficazmente las cada vez más enérgicas reclamaciones territoriales de China o el resurgimiento de al-Qaeda.

Pero ni siquiera este plan “perfecto” salió bien. La Casa Blanca titubeó desde el primer movimiento, “revelando” involuntariamente la identidad del jefe de la sección de la CIA en Afganistán. El consiguiente intento por arreglarlo, anunciando que la administración se investigaría a sí misma para ver cómo pudo haber sucedido ese bochorno, fue en sí mismo bochornoso.

Y la NBC tampoco ayudó. En mitad de la campaña del “todo va bien en política exterior” del presidente, decidieron emitir una entrevista en exclusiva con Edward Snowden, empleado temporal del gobierno que escapó con algunos de los mayores secretos de los servicios de inteligencia.

El empeño del presidente en que “todo va bien” probablemente se desvanecerá de la opinión pública, pero esta confusión no se debería olvidar. Revela una crisis larvada en Washington: el estado de los servicios de inteligencia estratégica de Estados Unidos.

Durante años, se ha comentado en Washington que muchas veces el presidente rechaza asistir a las reuniones informativas de los servicios de inteligencia o que decide hacer caso omiso de los consejos que se le ofrecen en dichas reuniones por parte de sus responsables.

Con la debacle de las revelaciones de Snowden, la administración se ha visto atrapada en un círculo vicioso al tratar de dar respuesta. Y no han logrado otra cosa más que hacer que parezcan ineptos.

En cuanto al espionaje…

En abril, los dos principales cargos de la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA) anunciaron que arrojaban la toalla y solicitaban su retirada.

Cuando, después de muchos meses de incubación, estalló finalmente la crisis de Ucrania, se informó de que la DIA no tenía absolutamente a nadie encargado de los asuntos ucranianos… si es que alguna vez hubo alguien encargado de los asuntos ucranianos.

Cuando los tanques rusos entraron en Crimea, la administración admitió avergonzada que no tenía ningún conocimiento de tipo estratégico de lo que Putin estaba tramando.

Las crisis de los servicios de inteligencia estratégica normalmente se gestan de manera inadvertida hasta que estallan.

La última metida de pata de la Casa Blanca, que culminó con la traición a nuestro propio jefe del espionaje en Afganistán, debería tener a todo Washington preguntándose exactamente cómo demonios está manejando esta administración los servicios de inteligencia de Estados Unidos.

En 2004, el Congreso aprobó la Ley de Reforma de los Servicios de Inteligencia y Prevención del Terrorismo. Esta ley introdujo las reformas de mayor envergadura en el ámbito de los servicios de inteligencia desde la Ley de Seguridad Nacional de 1947. ¿Y qué pasó? ¿Propició esta ley una auténtica reforma o simplemente creó una mayor burocracia? ¿Qué tipo de custodia ha ejercido Obama a lo largo de sus dos mandatos presidenciales?

En este mundo cada vez más inestable y en el que este presidente quiere una unas fuerzas armadas más pequeñas y una política exterior más reservada, ¿tiene sentido permanecer ajenos a lo que está ocurriendo a nuestro alrededor?

 

La versión en inglés [2] de este artículo está en Heritage.org.