En su famoso discurso “Tiempo para elegir”, Ronald Reagan observó: “Éste es el tema de estas elecciones: si creemos en nuestra capacidad de autogobierno o si abandonamos la revolución americana y reconocemos que una pequeña élite intelectual, desde un lejano Congreso, puede planificar nuestras vidas mejor de lo que las podemos planificar nosotros mismos”.
Estados Unidos y China iniciaron hace un par de semanas en Washington unas conversaciones económicas y de seguridad de alto nivel, con la preocupación por la ciberseguridad presente en la agenda. Sin embargo, las iniciativas diplomáticas de la administración relativas a la seguridad informática no han disuadido hasta ahora a los chinos para que dejen de efectuar ataques informáticos contra entidades públicas y privadas de Estados Unidos.
Nuestro problema no es China. Este país posee sólo alrededor del 8% de nuestra deuda pública. Correcto: sólo el 8%. Posee una porción muy pequeña de los activos financieros americanos y poco importará cuándo los venda. Nuestro problema somos nosotros mismos: pedimos préstamos porque carecemos del coraje político para establecer prioridades
A medida que los sueldos van aumentando en China debido a su crecimiento económico, algunas empresas están empezando a buscar en otros sitios lo que en su momento fue el mayor atractivo de China: mano de obra barata. Esto simplemente pone de relieve el poder que proporciona el libre comercio, que hace crecer las economías y eleva los niveles de vida.
Las cifras económicas oficiales de China durante 2012 se conocerán a finales de esta semana y yo, entre otros, sugiero con cautela que no van a ser especialmente precisas. Sin embargo, a veces no es que Pekín no consiga poner en orden sus datos económicos básicos. A veces somos nosotros. Un montón de investigadores extranjeros cree que China está contribuyendo en gran medida al crecimiento económico global, pero lo que no está claro es si saben lo que están diciendo.