Es hora de dejar de contar otra vez la misma historia del gran gobierno y poner a América en el nuevo camino de disciplina fiscal para el crecimiento económico. El Congreso y el presidente pueden empezar balanceando el presupuesto, bajando el gasto y reformando los derechos a beneficios como se expone en el plan de Heritage “Para Salvar el Sueño Americano”.
Desde que el S&P 500 alcanzó su máximo del año 2011 –del 29 de abril al 10 de agosto de 2011— 3.3 billones de dólares invertidos en el mercado de valores de Estdos Unidos se han esfumado. El valor de las acciones americanas en propiedad se redujo de $16.82 billones a $13.57 billones – todo un 19.3%. Eso es más que el PIB –el valor de todo lo que produce un país en bienes y servicios— en 2010 de Canadá ($1.3 billones), el Reino Unido ($2.2 billones) o Alemania ($3.1 billones).
Reducir el gasto –incluyendo muy en particular los programas de derechos a beneficios— en busca de un presupuesto equilibrado que al mismo tiempo proteja a Estados Unidos y no aumente los impuestos. Hecho correctamente, esto llevaría al crecimiento económico, más empleo, menos gobierno y el recuperación de la calificación crediticia del país. Lo podemos lograr.
El secretario del Tesoro, Timothy Geithner, aseguró que nunca sucedería. Y con tanto politiqueo, lo que nunca iba a pasar, pasó. Ayer, la agencia de calificación crediticia Standard and Poor’s (S&P), degradó la deuda de Estados Unidos por primera vez en su historia. La nación perdió así su envidiable AAA y se quedó con AA+. No será el fin del mundo pero cómo va a costar recuperar lo perdido.
Nunca se dijo mayor verdad. En la conferencia de prensa de ayer, el vocero de la Casa Blanca, Jay Carney admitió: “La Casa Blanca no crea empleos”. Como dijo después el columnista político del periódico Examiner, Timothy P. Carney, los conservadores debería dar la bienvenida a este pronunciamiento como “una verdadera y de largo esperada admisión de los límites del gobierno”.