Alan Gross podría haber sido vecino suyo. Un americano de la generación de la posguerra al que le encantaba tocar la mandolina y comer semillas de girasol, una persona de gran corazón. Gross escogió un empleo que lo llevó por todo el mundo ayudando a equipar a quienes luchan contra la opresión política y económica. Pero por desgracia, Alan Gross no es su vecino, sino el prisionero de un régimen represivo como el cubano, que niega las libertades.
El 14 de octubre de 1962, los responsables políticos de Estados Unidos se enteraron de que la Unión Soviética estaba construyendo en Cuba bases para misiles que habrían permitido a Moscú atacar cualquier lugar del territorio continental de Estados Unidos en cuestión de minutos. Por ejemplo, los expertos de la Fundación Heritage Michaela Bendikova y Baker Spring nos recuerdan que “Fidel Castro y el Che Guevara animaron a los soviéticos a usar misiles balísticos estacionados en Cuba para atacar a Estados Unidos”.