Las elecciones generales celebradas en Irlanda el viernes pasado demostraron, entre otras cosas, que los votantes irlandeses se sentían frustrados al ver que la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional (FMI) se habían quedado con un control parcial sobre la soberanía económica del país y también les molestaban las reiteradas peticiones para que Irlanda relajara algunas de sus positivas reformas económicas del pasado.