El colapso de la república bolivariana es la crónica de un desastre anunciado; anunciado desde el mismo momento en el que el precio del petróleo comenzó a pinchar. No en vano, el Estado venezolano se había convertido, desde la misma época de Chávez, en una maquinaria clientelar dedicada a repartir entre la población las rentas obtenidas mediante la exportación del crudo.
Lágrimas rodaban ayer por el rostro del vicepresidente venezolano Nicolás Maduro cuando anunció que Hugo Chávez, quien durante tantos años fue el líder de Venezuela, había muerto. Es probable que la noticia no sorprendiera a nadie, pues Chávez había estado batallando contra el cáncer durante años y hacía tiempo que ya se pensaba que estaba en su lecho de muerte. De hecho, el líder venezolano no había sido visto en público desde diciembre.
Aunque no sea algo inesperado, el fallecimiento de Chávez tiene implicaciones (algunas potencialmente peligrosas) de gran alcance para Estados Unidos y el resto del mundo.