El nombramiento del equipo original de representantes especiales de Obama fue considerado por muchos como una manera de facultar a dedo a altos cargos para instigar una política exterior “transformacional” sin someterlos a la confirmación del Congreso. El principal objetivo parecía ser demostrar el nuevo enfoque de Obama sobre la humildad americana y el acercamiento diplomático en contraste con el supuesto énfasis del “poder duro” de la administración de George W. Bush.
Será el trabajo duro pero necesario para el próximo presidente de Estados Unidos —sea quien sea— restaurar el prestigio y la credibilidad internacional de Estados Unidos. Mantener la fuerza militar de la nación, reforzar su diplomacia internacional y usar la diplomacia pública para recordar al mundo los logros y la influencia de Estados Unidos deben ser parte de esa tarea.
Los legisladores de Estados Unidos están finalmente despertando ante esa posibilidad de que China le dispute la primacía a Estados Unidos no solo militar y económicamente sino en las esferas de la información y la diplomacia pública. Por lo menos, algunos en el Congreso están decididos a cerciorarse de que Estados Unidos se enfrente al reto y que el gobierno chino no se salga con la suya usando oportunismo descarado en nuestro ambiente mediático libre y sin censura.
Una fascinante paradoja emerge a raíz de las noticias de que este domingo fuerzas especiales de Estados Unidos mataron al cerebro terrorista Osama bin Laden en una incursión magníficamente bien planeada y ejecutada en Pakistán. Es muy legítimo que la administración Obama celebre la victoria más importante de la guerra contra el terrorismo global que lleva ya 10 años, disfrutando de la gloria de la justicia contra un hombre que planeó el asesinato de casi 3.000 inocentes, la mayor parte de ellos eran ciudadanos americanos pero también hubo ciudadanos de …