El nuevo sistema para medir la pobreza mide la “desigualdad” de los ingresos, no la “pobreza”. Pero la izquierda se niega a llamar a esto un “índice de desigualdad”, más bien insiste en el uso de la palabra “pobreza” con toda la carga emocional que conlleva. Eso es porque el votante americano típico no está dispuesto a aumentar el gasto social, los impuestos y el déficit para alcanzar el objetivo progre de “igualar los ingresos”.
Si como nación hemos de tener siempre una política sensata contra la pobreza, esta se debe basar en información precisa sobre el alcance, la gravedad y las causas de la verdadera privación. La exageración y la desinformación no benefician ni al contribuyente, ni a los pobres, ni a la sociedad en general.