Lágrimas rodaban ayer por el rostro del vicepresidente venezolano Nicolás Maduro cuando anunció que Hugo Chávez, quien durante tantos años fue el líder de Venezuela, había muerto. Es probable que la noticia no sorprendiera a nadie, pues Chávez había estado batallando contra el cáncer durante años y hacía tiempo que ya se pensaba que estaba en su lecho de muerte. De hecho, el líder venezolano no había sido visto en público desde diciembre.
Aunque no sea algo inesperado, el fallecimiento de Chávez tiene implicaciones (algunas potencialmente peligrosas) de gran alcance para Estados Unidos y el resto del mundo.
En Washington, es costumbre que la administración presidencial haga públicas los viernes a las cinco de la tarde aquellas noticias que no le gustan, “enterrándolas” así en la maraña informativa del fin de semana. De modo que vale la pena estar atento al momento cuando todos salen del trabajo a disfrutar del fin de semana.
Precisamente, a última hora del viernes pasado, el Departamento de Estado hizo pública una revisión medioambiental positiva del oleoducto Keystone XL. Un oleoducto que transportaría el petróleo de Canadá hasta las refinerías de Texas y cuya construcción ha estado retrasando el presidente Obama durante más de tres años.
Para comprender lo que va a pasar hoy en la Corte Suprema, tenemos que retroceder en el tiempo.
Era el año 1965. Cientos de personas se reunían en Selma, Alabama, para marchar en favor del derecho a votar de los americanos negros, pues algunos estados, especialmente en el sur, habían establecido obstáculos para el ejercicio del voto, tales como cobrar dinero a los posibles votantes o hacerles pasar un examen.