Los americanos no acatan las instrucciones de Washington. Por su buen carácter y dedicación a los principios de la libertad, los americanos nunca se resignarán a ser los pupilos de un estado burocrático donde todo esté sujeto al control gubernamental, al dictado de los regímenes reguladores y al antojo administrativo. Obamacare es un cáncer. No debemos descansar hasta que nos libremos de él.
No hace falta un pedazo de mármol para recordar a James Madison. En su lugar, tenemos la Constitución que creó la estructura para una libertad ordenada y más de 200 años de gobierno republicano estable y pacífico. Tenemos la Carta de Derechos que señala las libertades individuales específicas que todos los americanos poseen, especialmente el derecho a la libertad religiosa. Y, lo que es más importante, tenemos su legado aceca de cómo defender este documento.
A ver si finalmente los políticos de ambos partidos entienden que no pueden seguir gastando indefinidamente. Allí está el problema, no en la poca recaudación. Estados Unidos está a punto de convertirse en el país que cobra el impuesto sobre sociedades más alto del mundo. Después de décadas de esta equivocada línea de actuación, estamos endeudados hasta las orejas, pero lo peor es que, egoístamente, estamos arruinando el futuro económico de las nuevas generaciones. Es hora de cambiar o el Sueño Americano será historia.