Si el pasado es prólogo, la obsesión actual con el gasto deficitario keynesiano como estímulo desaparecerá, como siempre lo ha hecho en el pasado, tanto en este país como en otros lugares. Tal vez este sencillo artículo del Washington Post marque el comienzo del fin de la más reciente encarnación de este disparate fiscal.
Ya que el tramo de oleoducto, de 485 millas de longitud y que va desde Oklahoma a Texas, se puede construir sin aprobación presidencial, el actual respaldo del presidente no sirve de nada. El presidente Obama no merece reconocimiento alguno por el impulso económico y laboral que producirá en Estados Unidos este proyecto de $2,300 millones y que prevé la creación de 4,000 puestos de trabajo.