Parte del problema es la tentación de convertir la experiencia de los militares en una narrativa: guerra buena, guerra mala, amar a las tropas, odiar la guerra. Deberíamos rendir homenaje a las fuerzas armadas por su servicio y su sacrificio independientemente de nuestra opinión política. Y no deberíamos calcular cuánto nos importan en relación con lo que hace el gobierno. Nuestros hombres y mujeres de las fuerzas armadas son nuestros. Proceden de nuestros barrios. Lo que hagamos es lo más importante de todo.