En su discurso en la Universidad Knox, el presidente Obama presentó su plan para convertir a Estados Unidos en Detroit: unos impuestos más altos, un gasto mayor, un aumento de los salarios mínimos, más mandatos y volver a trazar el camino hacia la posibilidad de escalar socialmente mediante unos programas que ya se han probado y han fracasado.
El presidente Obama dio el pasado día 30 de julio el segundo de su serie de discursos de verano sobre economía. Como en el primero de la semana anterior, recicló varias políticas de actuación antiguas que ya había presentado antes. La única normativa nueva de interés fue otro intento por presentar lo que él denominó una “gran oferta”.
¿Ya estamos otra vez en esa época del año?
En realidad ni siquiera es agosto y los miembros del Congreso ya están empezando a mostrarse inquietos por la inminente lucha por el presupuesto y el límite de deuda, algo que probablemente no sucederá hasta finales de este otoño. Pero las poses ya han comenzado y los medios de comunicación están felices de poder complacerlos.
Nuevos y escalofriantes detalles surgieron ayer acerca del escándalo de los seguimientos realizados por el IRS, cuando los representantes de seis grupos conservadores testificaron ante el Congreso sobre el control y las exigencias a las que se enfrentaron debido a los burócratas de la administración Obama.