La muerte de Osama bin Laden fue una victoria duramente ganada por Estados Unidos, pero los beneficios obtenidos en la búsqueda de ese día de justicia y por librar la guerra de Afganistán —incluido poner a al-Qaeda a la fuga— podrían dilapidarse si la administración Obama continúa con el rumbo establecido.
Al ritmo que vamos, Afganistán puede convertirse, francamente, en otro Vietnam. La estrategia del presidente Obama hace especial hincapié en batirnos en retirada en vez de terminar el trabajo. Una retirada prematura complicará la capacidad de las fuerzas militares para hacer frente a las muchas amenazas en la región, como lo es, por nombrar sólo una, la Red de Yalaluddin Haqqani.
El enfoque de Obama [al proceso de paz] no ha conseguido nada. A cambio, los palestinos le pagan el favor con una campaña en la ONU que parece diseñada para humillar a la Casa Blanca. Al igual que Jimmy Carter anteriormente, Obama está descubriendo que cuando los presidentes americanos sostienen una posición de acomodo y ambivalencia en asuntos internacionales, se aprovechan de ellos. La debilidad invita a la agresión.
En otro duro golpe a al-Qaeda, la semana pasada el ataque de un avión americano no tripulado en la zona tribal de Waziristán del Norte en Pakistán mató al nuevo número 2 de la organización, Atiyah Abd al-Rahman. El éxito del ataque demuestra la importancia de continuar la campaña de misiles lanzados desde aviones no tripulados a lo largo de la frontera entre Pakistán y Afganistán como piedra angular de la misión para reducir y finalmente derrotar a al Qaeda. Las autoridades pakistaníes y los medios de comunicación critican con …
Pakistán no es ni aliado ni enemigo de Estados Unidos, más bien, Pakistán tiene objetivos de seguridad totalmente diferentes a los de Estados Unidos en Afganistán y en la lucha contra el terrorismo en general. Cuanto antes acepten los políticos americanos esta realidad, Estados Unidos tendrá mayores oportunidades de alcanzar sus objetivos en la región.