Este 27 de agosto se cumplió el 10º aniversario del inicio de las Conversaciones a Seis Bandas para conseguir que Corea del Norte destruyera las armas nucleares que previamente había prometido que nunca construiría. Es improbable que haya algún tipo de celebración, puesto que las conversaciones no tuvieron ningún éxito. Bueno sí, hubo acuerdos en el transcurso de esa década, pero no supusieron ningún progreso tangible para la consecución del verdadero objetivo: la desnuclearización de Corea del Norte.
Aumentar la transparencia y reducir los malos entendidos entre Washington y Pekín son objetivos loables, pero no deberían ocultar o distraer del verdadero objetivo de proteger los intereses nacionales de Estados Unidos y de alcanzar los objetivos estratégicos americanos. Las fricciones entre Washington y Pekín (ya sean por Corea del Norte o en otros asuntos asiáticos a mayor escala) no se deben a “malentendidos”, sino más bien a principios y objetivos enormemente divergentes.
Ayer, los responsables políticos norcoreanos advirtieron a los extranjeros residentes en Corea del Sur para que abandonaran este país. Hoy, los ministros de exteriores de los países miembro del Grupo de los Ocho, el G-8, (Estados Unidos, Gran Bretaña, Rusia, Japón, Canadá, Francia Alemania e Italia) se reúnen en Londres para debatir sobre las amenazas de Corea del Norte.