En materia de alimentación, lo que sucede en Venezuela es bien visible. Basta mirar el redondo estado físico de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello para advertir fácilmente que ellos están realmente muy lejos de las privaciones alimenticias y que de la palabra “hambre” no tienen ninguna noticia. ¿Y el pueblo?
En estos días donde la muerte de Eduardo Galeano ha reverdecido las páginas de su libro Las venas abiertas de América Latina, que alimentó desde los años 70 todos los populismos de izquierda, comprobamos con incredulidad la capacidad que siguen teniendo para mantener a todo un subcontinente en la indigencia democrática y económica. El mayor daño de sus páginas es haber dado una coartada perfecta a varias generaciones de latinoamericanos para huir de la responsabilidad en la miseria de sus pueblos y endosarla al colonialismo europeo y el imperialismo yanqui.
La dura realidad es que Venezuela es un país que padece por la falta de libertad económica. Venezuela se encuentra en serios aprietos debido a un gobierno que no solo ha sobrepasado sus competencias en materias económicas sino también ha fracasado en crear un marco institucional donde todas las libertades — ya sea la libertad de propiedad, libertad de expresión, libertades políticas — se encuentran atacadas.