La Corte Suprema de Wisconsin, en una sentencia decidida por 5 votos contra 2, estando de acuerdo incluso el juez progresista Patrick Crooks con que la Ley 10 es constitucional, dio su aprobación a la misma ley laboral de los empleados públicos que llevó a miles de personas a manifestarse ante el Capitolio estatal e hizo que 14 senadores demócratas salieran de las fronteras del estado en un intento por detenerla.
El estado de Wisconsin ha estado nuevamente a la altura de su reputación como incubadora de Grandes Ideas. En el caso de ayer, en el que los votantes derrotaron rotundamente una iniciativa progresista para destituir al gobernador Scott Walker (R), la Gran Idea es que los reformadores que van armados con la fortaleza de sus convicciones pueden ganar, incluso contra las turbas, los sindicatos laborales, Hollywood, los medios de comunicación, el mundo académico y todo lo demás que la izquierda está movilizando estos días. Todo lo que los reformadores necesitan hacer es liderar.
Hace un año, el estado de Wisconsin adoptó unas amplias reformas que pusieron freno a los derechos a negociaciones colectivas entre los trabajadores públicos, pusieron en regla el sistema de pensiones del estado y facultó a esos trabajadores para elegir si pagar o no cuotas sindicales. Una vorágine de oposición surgió entonces entre los sindicatos del sector público. Pero a pesar de tanta retórica, las reformas no supusieron ni mucho menos el día del juicio final para los trabajadores públicos.
La economía de Wisconsin ha virado positivamente. Tanto el estudio sobre los hogares como los estudios sobre los empleadores coinciden ahora: el empleo en Wisconsin creció el año pasado. El Estado del Tejón (y Estados Unidos) todavía tienen un largo camino por recorrer. Pero los que se oponen a limitar la negociación colectiva en el gobierno ya no pueden argumentar que estas reformas no son exitosas.