El presidente Obama ha dejado claro que “no negociará” en lo que respecta a poner fin al cierre del gobierno.
Que se sepa hasta ahora, la capital de la nación no estaba dirigida por un solo poder del gobierno, ni siquiera por un solo partido político. Pero el presidente Obama está tan decidido a proteger su impopular, inviable e injusta ley de atención médica que preferiría mantener cerrado el gobierno.
La juez de una corte federal de distrito de Washington D.C. ha rechazado la petición del Departamento de Justicia (DOJ) de que se desestimara la demanda presentada por la Cámara de Representantes contra el procurador general Eric Holder para que éste cumpla con su solicitud de entrega de los documentos relacionados con la investigación de la Operación Rápido y Furioso.
Los americanos tienen suficientes razones para estar molestos con el jueguito político que ha llevado a cabo la Casa Blanca poniendo barricadas al Monumento Conmemorativo de la Segunda Guerra Mundial, en Washington. Y desde luego que deberían estarlo. Según la legislación federal, no existen razones que justifiquen el cierre del monumento.
Los medios informativos, el presidente y el Congreso deberían tener cautela a la hora de enumerar a las “víctimas” del cierre del gobierno. Por más que los medios de comunicación nacionales continúen dándole publicidad, la indignación por la suspensión sin goce de sueldo de los empleados federales provocada por Washington no va a tener mucho más recorrido en el resto de Estados Unidos.