Lo que está pasando en Irak no tiene nada que ver con la política americana. Los enemigos de Estados Unidos no se preocupan de si el Ala Oeste de la Casa Blanca está dirigida por la izquierda o la derecha. Simplemente celebran nuestras derrotas y buscan nuevas oportunidades para hacer retroceder las fronteras de la libertad. Lo que sí es cierto es que se han llevado tres alegrías por lo que está pasando en Irak. He aquí por qué.
Mucha gente cree que el discurso del presidente Obama dio en West Point trató exclusivamente de política. Al establecer falacias del hombre de paja y luego desmontarlas, el presidente se definió básicamente a sí mismo por lo que no es. No es un aislacionista. No es un belicista. Y por supuesto, nadie afirma seriamente que sea una cosa o la otra. Como tampoco estos posicionamientos extremos son verdaderas opciones estratégicas para el mundo real.
Han aparecido nuevas pruebas que vinculan el flujo migratorio de menores de edad con las normativas de inmigración de la administración Obama.
Los republicanos han argumentado que la situación, que se está convirtiendo rápidamente en una crisis humanitaria en nuestra frontera, tiene su origen en los programas de la administración y en su laxo cumplimiento de las leyes de inmigración.
Las fuerzas especiales de Estados Unidos han capturado a uno de los principales sospechosos de los atentados de 2012 en Bengasi y se encuentra en estos momentos retenido (o está a punto de encontrarse retenido) en un buque de la Armada de Estados Unidos en la región del Golfo para ser interrogado y posteriormente, sin duda, acusado ante un tribunal federal de Estados Unidos.