¿Recuerda la frase de la campaña electoral del presidente Obama de que “al-Qaeda está en desbandada”? Bien, pues la incursión terrorista en Bengasi, Libia, del pasado 11 de septiembre, le obligó a tener que tragarse esas palabras o al menos a tener que omitirlas durante el mes de octubre en su letanía de logros de cómo supuestamente había convertido el mundo en un lugar más seguro.
Zero Dark Thirty, la largamente esperada película que relata cómo la CIA rastreó al cerebro de los atentados terroristas del 11 de septiembre, se estrenó el pasado fin de semana en Washington. La película, nominada a los premios Oscar, cubre más de una década, desde el derribo de las Torres Gemelas hasta la incursión contra el complejo de Osama bin Laden en Abbottabad, Pakistán.
Los gobiernos que estaban deseosos de utilizar la recién concluida conferencia de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) para reforzar sus iniciativas de censura y control sobre Internet, consiguieron incluir una disposición para ayudar a su causa. Y aunque la administración Obama es conocida por respaldar la mayoría de tratados internacionales, este va demasiado lejos.
La semana pasada, Pekín anunció que un caza J-15 había sido lanzado y había aterrizado con éxito desde su nuevo portaaviones, el Liaoning. El anuncio, acompañado de videos, deja claro que China ha dedicado recursos sustanciales (tanto financieros como humanos) para alcanzar su objetivo de operar con portaaviones.