Es hora de que Argentina rinda cuentas, aunque los líderes del Consejo no lo hagan. El verdadero problema, según Moisés Naím, es la “sistémica deficiencia de aprendizaje” que exhiben los líderes argentinos. Si Argentina no va a participar según las reglas internacionales, se le debería negar su condición de miembro en el G-20.
Mientras la administración baila su particular tango con otro espinoso asunto argentino, respecto a una cosa hay relativa certeza: cuando se trata de operar con la economía, tanto Fernández de Kirchner como Obama comparten la creencia en sus capacidades para desafiar las leyes de la gravedad en economía.
Buenos Aires quería hacerse cargo del transporte público, pero el gobierno federal quiere forzar el traspaso de forma inmediata y sin contrapartida económica, en un momento cuando la ciudad no dispone de fondos para hacer frente a semejante nuevo gasto ya que tiene todo su presupuesto comprometido. Sin embargo, si el propósito del kirchnerismo es realmente asfixiar financieramente a la ciudad, no es muy probable que acceda a ningún tipo de acomodo y populistamente culpará a Macri de todo ello.
¿Y en que consiste este ideario progresista? Básicamente en la idea de la redistribución permanente y sin límites de los bienes naturales. Todos sus otros atributos en definitiva se reducen a eso. Lo que el redistribucionismo pretende es la igualdad de resultados, independientemente de las potencialidades y de los esfuerzos de cada persona.