El énfasis del Tea Party en la libertad individual y el gobierno constitucional ha dado lugar a un importante cambio de paradigma en la política doméstica. Un cambio como ese es necesario también en la política exterior. En resumen, el Tea Party puede y debería ayudar a moldear el papel de Estados Unidos en el mundo. Sin embargo, es sólo comprendiendo correctamente los fundamentos de política exterior establecidos por los Fundadores que el Tea Party puede abogar con éxito por un enfoque compatible con los principios fundacionales de Estados Unidos.
Como el escritor inglés G.K. Chesterton genialmente indicó: “América es la única nación del mundo que se ha fundado sobre un credo”. Ese credo se formula claramente en la Declaración de Independencia con la que las colonias americanas anunciaron su separación de Gran Bretaña. La Declaración es una imperecedera afirmación de derechos inherentes, de los propósitos adecuados del gobierno y de los límites de la autoridad política.
Sin Washington, Estados Unidos nunca habría ganado su Guerra de Independencia; él fue el catalizador de la fundación estadounidense. Aún más significativo es que demostró que el gobierno republicano no sólo era posible sino que en efecto era algo noble. Derrotado y exiliado, Napoleón lamentaba el significado de todo aquello: “Querían que yo fuera otro Washington”.
En un discurso durante un almuerzo con ejecutivos americanos de negocios, el presidente chino Hu Jintao exhortó a Estados Unidos a reconocer las reivindicaciones de China sobre el Tibet y Taiwán y dijo: “Nosotros no estamos en una carrera armamentística; nosotros no somos una amenaza militar para ningún país. China nunca buscará dominar o practicar una política expansionista”. Ciertamente esperamos que esto sea verdad. Pero nuestros líderes deben hacer algo más que tener esperanza. Como afirmó el presidente George Washington en su primer mensaje anual: “El medio más eficaz para …
Navidad, 1776. El verano había comenzado con convencidas afirmaciones de nobles ideales, pero ya para el invierno la causa de la libertad parecía estar de capa caída. Habiendo sufrido una derrota tras otra, muchos ya habían abandonado toda esperanza. Parecía que la libertad sucumbiría otra vez, como lo había hecho a través de la historia, ante las fuerzas del autoritarismo y la tiranía. Y entonces, en el día de Navidad en 1776, una pequeña banda de fuerzas coloniales bajo el mando del general George Washington, habiéndose replegado desde Nueva York, …