Cuando uno se centra en un problema en particular, es fácil ver ese mismo problema en todas partes. Gran parte de la izquierda política está actualmente obsesionada con la desigualdad de ingresos, la exclusión de la creación de empleo, la posibilidad de escalar económicamente o la libertad económica. Eso significa que que ven las consecuencias de la desigualdad de ingresos en ciertos casos inverosímiles.
A primera vista, el presupuesto desvelado hoy por el presidente del Comité de Presupuesto de la Cámara de Representantes Paul D. Ryan (R-WI) propicia las tan necesitadas reformas y consigue de una manera importante el objetivo vital de balancear el presupuesto en el plazo de una década, aunque en esto dependa parcialmente de las subidas de impuestos de Obama. No se trata de una solución milagrosa, sino de un presupuesto estático, en lugar de ser un plan audaz que se base en reformas de años anteriores.
En estos días hemos tenido la oportunidad de escuchar afirmaciones del lado progresista que francamente lo dejan a uno con la boca abierta. Desde la líder de la minoría demócrata, Nancy Pelosi, hasta el laureado Nobel de Economía, Paul Krugman, afirman que Estados Unidos no tiene un problema de gasto.