El camino que hemos estado siguiendo está convirtiendo América en un lugar muy diferente: un país ahogado por una economía extremadamente regulada, industrias nacionalizadas, atención médica dirigida por el gobierno, reguladas más por burócratas y jueces que por el consentimiento de los gobernados y con una política exterior que da demasiadas deferencias a organizaciones internacionales que socavan la soberanía.