La idea orwelliana de que se puede controlar la realidad controlando el lenguaje está viva y bien viva en la guerra contra el Estado Islámico (EI). Pero muchos están incurriendo en una suerte de pensamiento mágico si piensan que el EI va a ser severamente lastimado, y mucho menos derrotado, por el mero hecho de ser denominado de otra manera.
Entre las actitudes habituales del antiliberalismo más rancio figuran el odio al libre comercio y la idea de que estamos gobernados por una secreta conspiración capitalista. Ha vuelto a florecer a propósito de la Asociación Transatlántica sobre el Comercio y la Inversión (TTIP), el acuerdo entre la UE y EE.UU.