El presidente Obama dio el pasado día 30 de julio el segundo de su serie de discursos de verano sobre economía. Como en el primero de la semana anterior, recicló varias políticas de actuación antiguas que ya había presentado antes. La única normativa nueva de interés fue otro intento por presentar lo que él denominó una “gran oferta”.
¿Ya estamos otra vez en esa época del año?
En realidad ni siquiera es agosto y los miembros del Congreso ya están empezando a mostrarse inquietos por la inminente lucha por el presupuesto y el límite de deuda, algo que probablemente no sucederá hasta finales de este otoño. Pero las poses ya han comenzado y los medios de comunicación están felices de poder complacerlos.
El presidente Obama dice que está listo para retomar los asuntos “del día a día” sobre los que estamos hablando. Después de meses centrando su atención en el control de armas, la amnistía para los inmigrantes ilegales y otros temas secundarios que no encabezan la lista de preocupaciones de los americanos, es una buena noticia.
En estos días hemos tenido la oportunidad de escuchar afirmaciones del lado progresista que francamente lo dejan a uno con la boca abierta. Desde la líder de la minoría demócrata, Nancy Pelosi, hasta el laureado Nobel de Economía, Paul Krugman, afirman que Estados Unidos no tiene un problema de gasto.