el presidente Obama no parece receptivo a recibir consejos ni parece estar familiarizado con la historia — sea la de hace 10, 20, 40 o 90 años, ni siquiera su experiencia de los últimos tres años. En vez de eso, culpa a los torpedos y continúa poniendo en práctica su agenda progre que ha demostrado ser un fracaso. Como ha sucedido durante los tres años pasados, los americanos pagarán el precio.
Fiel a su ser, el presidente Obama hizo ayer lo que mejor hace: Pronunció un florido discurso y sacó a relucir su poderío retórico. Es un talento que le ganó la presidencia, pero desafortunadamente eso no le ha ganado el futuro al pueblo americano. Y eso es debido a que la base filosófica del presidente está profundamente errada.
En vez de ir otra vez al pozo keynesiano y confiar en la caridad del Estado, el presidente y el Congreso deben limitar el alcance del gobierno y permitir que los empresarios prosperen. Eso no requiere una gira para escuchar y repartir culpas. Requiere ser un líder y reconocer que las políticas de los últimos dos años y medio no han funcionado y que es el momento de abordar las cosas de otra forma y con un nuevo lenguaje.