Casi 150 años después, es hora de hacer un chequeo de perspectiva. Si Lincoln podía alentar a sus conciudadanos a dar gracias en una etapa tan sombría, ¿cómo puede alguno de nosotros quejarse de su suerte? ¿Cómo podemos leer encuestas indicando que nuestros mejores días ya pasaron, que todo lo que podemos hacer es gestionar nuestro “inevitable” declive? Qué sinsentido.