La frase de Rogoff es una nueva muestra de cómo tanta gente suele pensar que no hay realidad más allá de aquella que frecuenta. Como dijo una periodista progre norteamericana: “No entiendo cómo ha ganado Reagan las elecciones: ninguna persona que yo conozco votó por él”. La tentación de la corrección política es precisamente ésa, la de no concebir que pueda haber ideas diferentes.
Todo el mundo procura pagar los menores impuestos posibles, a veces fuera de la ley, y otras veces, dentro. Pero esa conducta de empresas y personas debería hacer pensar sobre la más incorrecta verdad de la recaudación: Los que pagamos impuestos somos los que no tenemos otro remedio. Los que pueden pagar menos, pagan menos. Más aún: Los que pueden no pagar nada, no pagan nada.
El apellidar a la justicia, llamándola “fiscal”, es característico del pensamiento único y sólo puede invitar a la coacción: en efecto, justicia fiscal jamás quiere decir bajar los impuestos, lo que es una curiosa identificación de la justicia con el quebrantamiento de los derechos de los ciudadanos a conservar lo que es suyo.
El gobierno tiene dos herramientas principales que utiliza para lograr sus objetivos: Impuestos y regulación.
Los impuestos son lo que mejor se entiende ya que son directos: todo el mundo paga algún tipo de impuesto. El gobierno toma ese dinero y lo gasta en servicios públicos tales como las fuerzas armadas, las cortes de justicia, las carreteras y demás.
Todos los sábados Libertad.org presenta La Caricatura de la Semana en la que su genial autor, Glenn Foden, ilustra pasajes de la vida política de la nación.