En vez de celebrar el aniversario del nacimiento de George Washington, hoy lo hemos englobado junto a desconocidos entre los que se incluyen Millard Fillmore y William Henry Harrison para celebrar un genérico “Día del Presidente”.
Pero George Washington no fue simplemente un presidente. Fue el hombre indispensable de la Fundación Americana. Las palabras, pensamientos y actos de Washington como comandante militar, presidente y líder patriótico posiblemente hacen de él el mayor estadista de nuestra historia.
El verdadero Washington tiene todavía mucho que enseñarnos, en particular en lo que se refiere a la presidencia, la política exterior y la libertad religiosa. Aunque mucho ha cambiado en los pasados dos siglos, su sabio consejo y su conducta en el cargo no han perdido nada de su relevancia, fundamentados en los inmortales principios fundacionales y en una sobria valoración de la naturaleza humana.
Sin Washington, Estados Unidos nunca habría ganado su Guerra de Independencia; él fue el catalizador de la fundación estadounidense. Aún más significativo es que demostró que el gobierno republicano no sólo era posible sino que en efecto era algo noble. Derrotado y exiliado, Napoleón lamentaba el significado de todo aquello: “Querían que yo fuera otro Washington”.