Los atentados se produjeron poco después de que Abu Mohamed Adnani fuese nombrado el nuevo líder de al-Qaeda en Irak, representan un intento de reavivar el conflicto sectario entre suníes y chiítas y demuestran que el grupo sigue siendo una poderosa amenaza. Es probable que la campaña de atentados ponga presión sobre el gobierno iraquí para negociar una extensión de la presencia militar de Estados Unidos, a pesar de las reticencias de varios partidos de la coalición en el gobierno iraquí de admitir públicamente que Irak sigue necesitando ayuda sustancial de Estados Unidos en materia de seguridad.