Los miembros del Congreso (que van a debatir mañana mismo sobre el aumento del límite de la deuda) deberían haber prestado ayer mucha atención. El presidente dejó muy claro que él no ve la urgencia de reducir la deuda y recortar el déficit. De hecho, en su segundo discurso de toma de posesión, el presidente Barack Obama se mostró honesto en cuanto a sus intenciones de hacer crecer el gobierno con el fin de rehacer nuestro país siguiendo su visión progresista.
El presidente Obama comentó en 2010 que fracasadas “compañías como Solyndra siempre serán el verdadero motor del crecimiento económico”. No podría estar más equivocado. Las compañías que están innovando y creando un valor real para los consumidores son el motor del crecimiento económico y lo están haciendo sin los millones de la financiación a cargo del contribuyente.
El presidente ofreció demasiado en su Discurso del Estado de la Unión del pasado enero, alabando las energías limpias “alternativas” como el “momento Sputnik de nuestra generación” y alegando que sería “una inversión que fortalecerá nuestra seguridad, protegerá nuestro planeta y creará un sinnúmero de nuevos empleos para nuestra gente”. El presidente dijo: “De hecho, ya somos testigos de la promesa de la energía renovable”. Desafortunadamente, lo que el presidente predijo es muy diferente de lo que el resto del país experimentó en el año subsiguiente. Los empleos que el presidente prometió no se materializaron y sus inversiones en energías verdes están precipitando al barranco, no alcanzando la luna.
Hay una importante lección detrás del fracaso de Solyndra que muestra que el gobierno simplemente no puede crear demanda. Hay una forma comprobada de saber si una nueva tecnología funcionará: Se le deja la responsabilidad al mercado. Una buena idea desarrollará sus propias alas y despegará. Una mala está abocada a morir, no importa cuánto quiera alguien que tenga éxito.