Con un editorial denuncia muy bien planteado, el Consejo Editorial del Washington Post arremetió contra la política rusa del presidente Obama y su discurso en Berlín del pasado jueves.
El editorial criticaba merecidamente la ingenuidad con la que Obama intentó un acercamiento hacia el presidente ruso, Vladímir Putin, mediante una propuesta mal elaborada para reducir un tercio del arsenal nuclear de Estados Unidos, a la vez que ignoraba la intencionada falta de cooperación de Rusia en un gran número de asuntos clave.
El espionaje de la NSA evita atentados terroristas pero también debe respetar las libertades civiles
El general Keith Alexander, director de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), testificó en una sesión a puertas abiertas ante el Comité Selecto Permanente de la Cámara de Representantes para Inteligencia sobre cómo la recogida de información por parte de los servicios de inteligencia sirve de respaldo a las iniciativas nacionales en la lucha contra el terrorismo transnacional.
Aumentar la transparencia y reducir los malos entendidos entre Washington y Pekín son objetivos loables, pero no deberían ocultar o distraer del verdadero objetivo de proteger los intereses nacionales de Estados Unidos y de alcanzar los objetivos estratégicos americanos. Las fricciones entre Washington y Pekín (ya sean por Corea del Norte o en otros asuntos asiáticos a mayor escala) no se deben a “malentendidos”, sino más bien a principios y objetivos enormemente divergentes.
Los aficionados a la cultura y la historia pop están disfrutando de una serie de documentales del canal National Geographic: The ’80s, The Decade That Made Us. Un reciente capítulo se centró en la posición de Reagan respecto a la defensa, incluida la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI) o “Guerra de las Galaxias”, como la denominaron sus críticos.
Recientes informes indican que un empleado de un contratista del gobierno filtró a los medios de comunicación los detalles de un programa de vigilancia clasificado de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA). Le preguntamos a James Carafano, autor de un libro sobre el uso de contratistas por parte de Washington (Private Sector, Public Wars), su opinión sobre estas recientes revelaciones.