La pasada noche, el presidente Obama continuó con su secuestro del Sueño Americano. Utilizando un lenguaje aceptado desde hace muchos años como parte de la tradición americana, adoptó la pose de defensor del trabajo duro, la responsabilidad y otros valores tradicionales. Pero no nos deberíamos dejar engañar. Su visión del Sueño Americano no es la verdadera. Más bien se trata de la visión imaginaria que desde hace mucho tiempo han venido soñando los progresistas de Estados Unidos, pero que también ha sido rechazada desde hace mucho tiempo por el pueblo americano.
En su discurso de enero, el presidente habló de forma elocuente: “Una de las mayores contribuciones que Estados Unidos puede hacer al mundo es fomentar la libertad como clave para el crecimiento económico. La respuesta a un mundo cambiante es un Estados Unidos creativo y competitivo, no unas guerras comerciales que cerrarían puertas, crearían mayores barreras y destruirían millones de empleos. Eso lo deberíamos recordar siempre: Proteccionismo es ‘destruccionismo’”.
“¡Debo ir a la universidad!”, insiste Pierre William, de ocho años.
Tal planificación puede que parezca inusual en un alumno de segundo grado. Pero Pierre tiene suerte. Está acudiendo a una escuela privada del Distrito de Columbia utilizando fondos procedentes del Programa de Oportunidad Escolar del D.C. (DCOSP). Eso ha abierto sus ojos a las posibilidades que sólo una educación universitaria puede proporcionarle.
En uno de los documentos más importantes de la historia –la Declaración de Independencia de Estados Unidos– los americanos se referían a sus adversarios ingleses como “Nuestros hermanos, los habitantes de Gran Bretaña”; mientras que el lema de la Revolución Mexicana era “Que mueran los españoles”. Esta disimilitud hoy puede tener diversas concepciones y a la vez puede darnos amplias respuestas.