Para que el nuevo Sueño Americano de la izquierda cumpla con su promesa, Estados Unidos tendría que se completamente revisado y el carácter de sus ciudadanos alterado. Los ciudadanos enérgicos, emprendedores y decididamente autosuficientes imaginados por los Fundadores de nuestra república constitucional darían paso a unos clientes tímidos y envidiosos que mirarían cada vez más hacia un estado omnipotente en busca de su bienestar. Y ese es un futuro que no nos podemos permitir.
El patético primer aniversario de Ocupar Wall Street de la semana pasada confirmó que, de hecho, los antiguos informes sobre la muerte del movimiento no habían sido exagerados. Así que ¿por qué seguimos manteniéndolo vivo al hablar incesantemente de la desigualdad de ingresos en lugar de centrarnos en lo que realmente importa: oportunidad y poder escalar socialmente?
Un joven y carismático político hispano pronunció este martes uno de los mejores discursos sobre el Sueño Americano que se recuerde. Acertó de pleno al rememorar la historia de cómo salió su familia de la pobreza. Describió Estados Unidos como “la tierra de las oportunidades”, alabó el trabajo duro, recalcó la importancia de salir adelante sin ayuda y celebró el éxito individual. Finalmente, concluyó invocando a la “sabiduría de nuestros fundadores y los valores de la familia”.