Todo el mundo procura pagar los menores impuestos posibles, a veces fuera de la ley, y otras veces, dentro. Pero esa conducta de empresas y personas debería hacer pensar sobre la más incorrecta verdad de la recaudación: Los que pagamos impuestos somos los que no tenemos otro remedio. Los que pueden pagar menos, pagan menos. Más aún: Los que pueden no pagar nada, no pagan nada.
El apellidar a la justicia, llamándola “fiscal”, es característico del pensamiento único y sólo puede invitar a la coacción: en efecto, justicia fiscal jamás quiere decir bajar los impuestos, lo que es una curiosa identificación de la justicia con el quebrantamiento de los derechos de los ciudadanos a conservar lo que es suyo.