Piense en el problema de deuda de nuestro país como en un paciente con un cáncer que amenaza su vida. El paciente acaba de comprender que la progresión de la enfermedad se ha ralentizado un poco. Sería absolutamente estúpido ver el cáncer como algo menos serio y sería el culmen de la estupidez posponer la desagradable cirugía prescrita.
Malala Yusafzai tenía 11 años cuando se convirtió sin quererlo en la voz de millones de niñas musulmanas de Pakistán y Afganistán que quieren acudir la escuela.
En un conmovedor vídeo aparecido en 2009 en el New York Times y mediante su blog sobre cómo es la vida bajo la ocupación talibán en el valle de Swat, en Pakistán, Malala se atrevió a compartir su más profunda aspiración: tener libertad para aprender.