Los presidentes de la “Alianza del Pacífico” (Chile, Colombia, Perú y México) se reunieron la semana pasada en Cali, Colombia, para firmar un acuerdo que elimina los aranceles sobre el 90% de su comercio de mercancías. Sin duda, se trata de una buena noticia. El Congreso y la administración Obama deberían prestar más atención a este bloque comercial, considerablemente más pragmático y menos ideológico que otros de la región (por ejemplo, la ALBA, el CELAC y UNASUR, todos ellos chavistas).
La imagen de Venezuela que uno se lleva es la de un país que ha sido saqueado y que se está desmoronando, literal y figuradamente. La vida nocturna del centro de Caracas, otrora pujante, no es más que un recuerdo lejano. En la actualidad las calles están desiertas, rendidas ante las mafias y los narcotraficantes.
El recientemente reelegido presidente de Ecuador, Rafael Correa, quiere que la gente sepa que está decidido a combatir la inflación haciendo frente a la “especulación”. Un noble objetivo, sin duda. Pero las armas elegidas por el presidente Correa (doctor en economía por la Universidad de Illinois) para esa batalla en realidad supondrán la condena de su campaña antiinflación.
Y seguramente él también lo sabe. Entonces, ¿por qué lo está haciendo?
El recientemente publicado “Barómetro de las Américas”, elaborado por el Proyecto de Opinión Pública Latinoamericana (LAPOP) de la Universidad Vanderbilt, incluye importantes indicadores de cómo la corrupción presente en la vida diaria supone una carga para los ciudadanos de todos los países del hemisferio occidental, incluidos Estados Unidos y Canadá.