Latinoamérica tiene una perspectiva pesimista en lo político. Llueven las denuncias de corrupción y tráfico de influencias, basta ver como el panorama de Brasil, Guatemala, Chile y Argentina tienen similitudes casi calcadas: corrupción en empresas estatales para beneficiar a familiares, tráfico de influencias con empresarios mercantilistas y financiamiento irregular de campañas políticas. La solución es siempre la misma: Más Estado y más políticos – para acabar siempre igual, con otra ronda de más Estado y más políticos.