Es bueno ver que, aunque algunos representantes de la administración pueden tener una perspectiva descarriada, la inmensa mayoría del público americano tiene los pies bien puestos sobre la tierra. De hecho, Osama bin Laden ya hace bastante tiempo que se murió – un año para ser exactos. Por todo el mundo, se han desmantelado redes terroristas, se han diezmado a sus líderes y se han desarticulado campos de entrenamiento terrorista. Sin embargo, como el columnista del periódico Washington Examiner Cal Thomas expone acertadamente, “El terrorismo fluye de un sistema de creencias y una cosmovisión que no serán aplastadas simplemente porque unos cuantos líderes de al-Qaeda hayan desaparecido”.
Así que cuando Armendáriz habló de “crucificar” a las compañías petroleras y gasíferas, no fue una sorpresa. Su crimen fue decir lo que el resto de la administración Obama (incluido el presidente) ha estado pensando y haciendo todo este tiempo. La semana pasada, Armendáriz se disculpó y calificó sus comentarios como “una manera ofensiva e imprecisa de reflejar nuestras iniciativas para tratar las potenciales violaciones de las leyes medioambientales de nuestra nación”. De hecho, aunque sus palabras fueron gráficas, también fueron demasiado acertadas pintando la situación. La administración Obama tiene una obvia agenda política que no se centra en hacer cumplir las normas, sino en atacar de forma vengativa a una industria que no se adecúa a su agenda verde, incluso aunque los americanos dependan de las compañías petroleras y gasíferas todos y cada uno de los días.
A pesar de los serios reveses de Estados Unidos en Afganistán durante los últimos tres meses, los dos países han sido capaces de concluir un Acuerdo de Asociación Estratégica (SPA) el mes pasado que establece un amplio abanico para las relaciones entre Estados Unidos y Afganistán cuando se dé fin a las operaciones de combate americanas y de la OTAN en 2014.