Hay algo de cruzada moralista en esta labor de Estados Unidos, pero también una convicción: o se enfrenta al crimen organizado decididamente, o poco a poco se irán erosionando los fundamentos del Estado de Derecho y desaparecerán los principios con que el país se fundó y echó a andar en 1776. En gran medida, la lucha contra el delito es por la supervivencia del país.
Entre las actitudes habituales del antiliberalismo más rancio figuran el odio al libre comercio y la idea de que estamos gobernados por una secreta conspiración capitalista. Ha vuelto a florecer a propósito de la Asociación Transatlántica sobre el Comercio y la Inversión (TTIP), el acuerdo entre la UE y EE.UU.