En política es fácil demonizar a los ricos y propalar la lucha de clases, pero destruir a las personas en vez de ayudar a otros a crecer no es forma de gobernar un país. Si los políticos de Washington quieren verdaderamente dar un vuelco a la nación, deberían centrarse en la forma de elevar el listón y ayudar a las personas a tener éxito — no en denigrar verdaderas historias de éxito para ser héroes populistas.
Estados Unidos se enfrenta a significativos desafíos: una deuda de $15 billones, 13.1 millones de americanos desempleados, una explosión de los costos de los derechos a beneficios y la atención médica, un ejército descuidado, la amenaza constante del terrorismo, un Irán nuclear y la guerra que sigue en Afganistán, entre otras cosas. Hay esperanza, pero no emana de un gobierno federal más grande y poderoso que ahoga el espíritu emprendedor, ignora nuestra crisis fiscal y rechaza la necesidad de una fuerte defensa nacional. El presidente dice que el estado de la Unión está fortaleciéndose, pero está haciendo muy poco para garantizar que eso ocurra.
Pero para un presidente que siempre ha tenido la magnífica habilidad de pronunciar buenos discursos, las cifras y datos que pintan una realidad distinta, están a la orden del día. Lo importante es dar la impresión que las políticas fracasadas de un gobierno más entrometido y caro pueden crear esa prosperidad económica que tanto necesitamos.