Decía Calvin Coolidge que hay un carácter definitivo en la Declaración: “Si todos los hombres son creados iguales, eso es definitivo. Si están dotados con derechos inalienables, eso es definitivo. Si los gobiernos derivan sus justos poderes del consentimiento de los gobernados, eso es definitivo. No hay avance, no hay progreso que se pueda hacer más allá de estas propuestas”.
En el plan del gobierno constitucional de Estados Unidos, nunca se supuso que el gobierno nacional tendría el poder absoluto o tomaría todas las decisiones. Esta relación con los estados se ha invertido durante el curso del siglo XX debilitando el equilibrio del federalismo y amenazando el autogobierno.