En su famoso discurso “Tiempo para elegir”, Ronald Reagan observó: “Éste es el tema de estas elecciones: si creemos en nuestra capacidad de autogobierno o si abandonamos la revolución americana y reconocemos que una pequeña élite intelectual, desde un lejano Congreso, puede planificar nuestras vidas mejor de lo que las podemos planificar nosotros mismos”.
El recientemente reeditado libro de Steven Mosher, A Mother’s Ordeal (El sufrimiento de una madre), presenta un fascinante relato del viaje a través de la maternidad de una mujer bajo la política del hijo único en China. “El sufrimiento de una madre” pone rostro a las represivas normativas para el control de la población de la República Popular de China y ayuda a quien lo ve desde fuera a comprender el terrible dilema que supone para las parejas chinas.
Se trata de una de las imágenes más icónicas del siglo XX: un hombre de pie absolutamente quieto, enfrentándose a un enorme tanque mientras se aproxima hacia él. Está desarmado y solo. Sin más defensa que la inamovible convicción de que la libertad es tan importante que merece la pena arriesgar la vida por ella.
Hace poco escribía acerca de la escalada militar sin precedentes de la China y de las razones de la misma. Los líderes comunistas chinos están llevando a cabo una política “coercitiva aunque estática”, que consiste básicamente en amedrentar a los países pequeños de la región con la amenaza de un conflicto armado, mientras que desarrolla rápidamente los medios para negarle a Estados Unidos el acceso militar a los mares de la China Oriental y Meridional, que es la clave del éxito tal y como ellos mismos lo han definido.