En la jungla sin ley que es el sistema internacional, las naciones rara vez pueden permitirse el lujo de elegir el bien o el mal. Por lo general se trata de elegir un mal menor o mayor. Es lo que pasó en la Segunda Guerra Mundial, cuando nos aliamos con Stalin para detener a Hitler, y es lo que sucede hoy en el caso de Arabia Saudita contra Irán.
La idea orwelliana de que se puede controlar la realidad controlando el lenguaje está viva y bien viva en la guerra contra el Estado Islámico (EI). Pero muchos están incurriendo en una suerte de pensamiento mágico si piensan que el EI va a ser severamente lastimado, y mucho menos derrotado, por el mero hecho de ser denominado de otra manera.